lunes, 31 de mayo de 2010

en estos dìas

En estos días,
todo el viento del mundo sopla en tu dirección.
La osa mayor corrige la punta de su cola
y te corona
con la estrella que guía,
la mía.

Los mares se han torcido
con no poco dolor hacia tus costas.
La lluvia dibuja en tu cabeza
la sed de millones de árboles.
Las flores te maldicen muriendo,
celosas.

En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio,
sordo del tiempo,
gritan tus ojos.

¡Ay! de estos días terribles,
¡ay! de lo indescriptible.

(Cuántos disparos
esperan divertidos al borde de las brumas.
Reino de criaturas de corbata y vestido
cúanto rubor letrado
pide a la araña teja
un abogado.)


En estos días
no hay absolución posible para el hombre,
para el feroz, la fiera
que ruge y canta ciega:
ese animal remoto
que devora y devora
primaveras.

En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio,
sordo del tiempo,
gritan tus ojos.

¡Ay! de estos días terribles,
¡ay! del nombre que lleven,
¡ay! de cuanto se marchen,
¡ay! de cuanto se queden.

¡Ay! de todas las cosas
que hinchan este segundo.
¡Ay! de estos días terribles,
asesinos del mundo.


silvio rodrìguez

Ya no te espero.

Ya no te espero.
Llegarás, pero más fuerte:

más violenta la corriente

dibujándose en el suelo
de mi pecho, de mis dedos.
Llegarás con mucha muerte
.

Ya no te espero.
Ya eché abajo ayer mis puertas:
las ventanas bien despiertas
al viento y al aguacero,
a la selva, al sol, al fuego.
Llegarás a casa abierta.

Ya no te espero.
Ya es el tiempo que fascina:
ya es bendición que camina
a mano
s del desespero:
ya es bestia de los potreros
saltando a quien la domina.

Ya no te espero.
Ya estoy regresando solo
de los tiempos venideros:
ya he besado cada plomo


Silvio Rodríguez.

2 por 4















miércoles, 26 de mayo de 2010

La luna con gatillo.

Es preciso que nos entendamos.
Yo hablo de algo seguro y de algo posible.
Seguro es que todos coman
y vivan dignamente
y es posible saber algún día
muchas cosas que hoy ignoramos.
Entonces, es necesario que esto cambie.

El carpintero ha hecho esta mesa
verdaderamente perfecta
donde se inclina la niña dorada
y el celeste padre rezonga.
Un ebanista, un albañil,
un herrero, un zapatero,
también saben lo suyo.

El minero baja a la mina,
al fondo de la estrella muerta.
El campesino siembra y siega
la estrella ya resucitada.
Todo sería maravilloso
si cada cual viviera dignamente.

Un poema no es una mesa,
ni un pan,
ni un muro,
ni una silla,
ni una bota.

Con una mesa,
con un pan,
con un muro,
con una silla,
con una bota,
no se puede cambiar el mundo.

Con una carabina,
con un libro,
eso es posible.

¿Comprendéis por qué
el poeta y el soldado
pueden ser una misma cosa?

He marchado detrás de los obreros lúcidos
y no me arrepiento.
Ellos saben lo que quieren
y yo quiero lo que ellos quieren:
la libertad, bien entendida.

El poeta es siempre poeta
pero es bueno que al fin comprenda
de una manera alegre y terrible
cuánto mejor sería para todos
que esto cambiara.

Yo los seguí
y ellos me siguieron.
¡Ahí está la cosa!

Cuando haya que lanzar la pólvora
el hombre lanzará la pólvora.
Cuando haya que lanzar el libro
el hombre lanzará el libro.
De la unión de la pólvora y el libro
puede brotar la rosa más pura.

Digo al pequeño cura
y al ateo de rebotica
y al ensayista,
al neutral,
al solemne
y al frívolo,
al notario y a la corista,
al buen enterrador,
al silencioso vecino del tercero,
a mi amiga que toca el acordeón:
-Mirad la mosca aplastada
bajo la campana de vidrio.

No quiero ser la mosca aplastada.
Tampoco tengo nada que ver con el mono.
No quiero ser abeja.
No quiero ser únicamente cigarra.
Tampoco tengo nada que ver con el mono.
Yo soy un hombre o quiero ser un verdadero hombre
y no quiero ser, jamás,
una mosca aplastada bajo la campana de vidrio.

Ni colmena, ni hormiguero,
no comparéis a los hombres
nada más que con los hombres.

Dadle al hombre todo lo que necesite.
Las pesas para pesar,
las medidas para medir,
el pan ganado altivamente,
la flor del aire,
el dolor auténtico,
la alegría sin una mancha.

Tengo derecho al vino,
al aceite, al Museo,
a la Enciclopedia Británica,
a un lugar en el ómnibus,
a un parque abandonado,
a un muelle,
a una azucena,
a salir,
a quedarme,
a bailar sobre la piel
del Último Hombre Antiguo,
con mi esqueleto nuevo,
cubierto con piel nueva
de hombre flamante.

No puedo cruzarme de brazos
e interrogar ahora al vacío.
Me rodean la indignidad
y el desprecio;
me amenazan la cárcel y el hambre.
¡No me dejaré sobornar!

No. No se puede ser libre enteramente
ni estrictamente digno ahora
cuando el chacal está a la puerta
esperando
que nuestra carne caiga, podrida.

Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.



Raùl Gonzàlez Tuñòn

El amor eterno.



Deja caer las rosas y los dìas
una vez màs, segura de mi huerto.
Aùn hay rosas en èl, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardìas.

Al deshojarse en tus melancolìas
cuando parezca màs desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas màs nobles y sombrìas.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardientes rosas te echaràn en su llama.


Leopoldo Lugones.

domingo, 23 de mayo de 2010

... y entonces tocò la puerta la nostalgia tìpica de un domingo lluvioso en Mar del Plata.

y yo no sè, mirà, es terrible como llueve.






lunes, 17 de mayo de 2010