domingo, 22 de agosto de 2010




Replantearse las cosas es necesario, natural e inevitable. A veces se torna abrumador y hasta peligroso, pero què serìa de la vida y el paso del tiempo sin el replanteamiento, de dònde sacarìamos las cosas nuevas, de què galera harìamos aparecer al aprendizaje. Ya sè: lo que intento escribir no es algo nuevo ni nada por el estilo, pero sentì la necesidad porque esta tarde, mientras recorrìa las calles por demàs conocidas de una ciudad poblada de un frìo hùmedo y seco al mismo tiempo (de ese que traspasa cualquier tipo de tela y micro-poro de la ropa), mi cabeza daba vueltas por varias situaciones, sentimientos y otras cosas, intentando olvidarse del frìo que estaba apunto de helarme la sangre a pesar de la cantidad de abrigo que llevaba puesto. Y me percatè de lo que me estaba pasando, e intentè excusarme por las conclusiones que estaba sacando, no podìa ser lo que me estaba permitiendo pensar (y con 'no podìa ser' me refiero a que no podìan existir esos pensamientos)... asì fue como comencè este texto sobre los renglones de hielo que dibuje en el aire: el replanteo de saber si està bien replantearse lo que sea, la vida misma; un cìrculo vicioso e infinito, como tantos otros cìrculos, al que no querìa entrar por miedo a no poder salir. Pero salir de què, de dònde, ¿de mì? Claro, còmo no advertì lo que seguìa a esa serìa de conclusiones mal pensadas.

1 comentario:

Mariposa Cósmica dijo...

Bellísimo, sincero, tuyo, pura luz de hada. Date cuenta querida, de lo bien que saben salir las palabras de tus manos hasta mis ojos, de lo lindo que se siente. Me gusta leerte, porque es un poco más de vos, porque sonreí al leer: "asì fue como comencè este texto sobre los renglones de hielo que dibuje en el aire". Porque me gusta verte volar,y dejar que te lleven las palabras.
Te amo, siempre.