Esta fue-y no otra-la razòn de que me enamorase, tan locamente, de Marìa Luisa.
¿Què me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? Què me importaban sus extremidades de palmìpedo y sus miradas de pronòstico reservado?
¡Marìa Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa.Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con que impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algùn paseo por los alrededores! Allì lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡Marìa Luisa! ¡Marìa Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante quilòmetros de silencio planèabamos una caricia qe nos aproximaba al paraìso; durante horas enteras nos anidàbamos en una nube, como dos àngeles, y de repente, en tirabuzòn, una hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Què delicia la de tenr una mujer ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Què voluptuosidad la de pasarse los dìas entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Despuès de conocer una mujer etèrea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centìmetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducciòn de una mujer pedestre, y por màs empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor màs que volando.
Oliverio Girondo.
3 comentarios:
Ay pajarito verde! ¿Qué malicioso canaricultor nómade te ha encerrado en esta voladora sin alas, sin comida y con espejo en lugar de cielo?
Què cosa la de esconderse detràs del anonimato.
Palabras tan bellas y tan hirientes...
Gracias igual, tenès razòn.
Por Dios, qué hermosura!
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